31/1/11

Un post escrito a contrarreloj

Generalmente las buenas intenciones y los planes de mejora se dejan para el 1 de enero... Yo me había propuesto compartir con vosotros mis desvelos y mis noches de insomnio y links al menos una vez al mes. Pero entre las artificialmente prolongadas vacaciones navideñas, el regreso al trabajo y el ajetreo de Madrid, casi se me acaba el mes y aún no había escrito nada.

En los 20 minutos que quedan antes de que cambiemos de mes, voy a hablaros de algunos asuntos que me quitan el sueño, como la teta de la "cantante" Bebe, a la que la autora del post que me desveló califica, citando a Nawa Nimri, como "tirada pero de Prada". En mi tierra la llamaríamos "pichipunky" o "pijipi" y mis padres (auténticos hippies de los 60, con pelo largo y una larga lista de historias lisérgicas para compartir) llamarían "Thousand Dollar Hippie"... El caso es que esta "bisbalina" disfrazada de musa alternativa se ha convertido para mí, al menos mientras escribo estas líneas, en el símbolo del ocaso (ya nos tocaba) de la civilización occidental y del culto a la mediocridad imperante en nuestra sociedad.



#Yoconfieso que cuando el 11S de 2001 vi por la tele las imágenes de las torres gemelas del World Trade Center cayendo en mitad de Manhattan, una voz interior me susurró "Ahora sí que hemos entrado en el siglo XXI"... La verdad es que esa inimitable exhibición de fuegos artificiales abrió la puerta que algunos "señores" estaban esperando: La que permitiría la demolición del Estado de Derecho y su sustitución por el Estado Corporativo Cleptocrático.



Ya ha pasado una década desde aquel terroríficamente bello apocalipsis y en ese tiempo el siglo XXI se ha deslizado poco a poco, casi sibilinamente, en nuestras vidas: he asistido a varias guerras. A la progresiva desaparición de nuestras libertades, ahogadas por la diarrea legislativa de nuestra clase política, que cuenta con la complicidad de un sistema legal claudicante y la impotencia de un periodismo amordazado. Y a una crisis provocada por un sistema financiero que ha recibido millonarias compensaciones por privar a hombres y mujeres de todo el mundo de su derecho fundamental a un trabajo decente y una vivienda digna, a pagar en incómodos plazos durante 30 años.

Ya ha pasado una década desde aquel terroríficamente bello apocalipsis y en ese tiempo el siglo XXI se ha deslizado poco a poco, casi sibilinamente, en nuestras vidas: he asistido a varias guerras. A la progresiva desaparición de nuestras libertades, ahogadas por la diarrea legislativa de nuestra clase política, que cuenta con la complicidad de un sistema legal claudicante y la impotencia de un periodismo amordazado. También a una crisis provocada por un sistema financiero que ha recibido millonarias compensaciones por privar a hombres y mujeres de su derecho fundamental a un trabajo decente y una vivienda digna, a pagar en incómodos plazos durante 30 años.

Después de analizar estos últimos diez años, he decidido que no me gusta este siglo, he apagado la tele y dejaré de alimentarme de mentiras, chabacanería, clichés y trucos de ilusionista barato. Voy a empezar a fumar (pero ojo, sólo en bares, cafeterías, restaurantes, aeropuertos, colegios y hospitales) y, en definitiva, a defender una libertad individual que creíamos poseer por derecho de nacimiento y podemos perder, migaja a migaja, sin darnos ni cuenta.



PD. Seguiría desbarrando un buen rato mientras salto de pestaña en pestaña en busca del link perdido... Pero el cronómetro manda y este post escrito a contrarreloj corresponde al mes de enero, así que me veo obligado a pulsar el botón de publicar.